viernes, 26 de febrero de 2010

HISTORIA Y MEMORIA por Noemí M. Girbal-Blacha 3º y última parte

HACIA EL BICENTENARIO HISTORIA Y MEMORIA
3º Y ÚLTIMA PARTE 


Conferencia en el Círculo Médico de Quilmes, 1 de octubre de 2008.
Noemí M. Girbal-Blacha (CONICET-UNQ)

Desde el retorno a la democracia en 1983, la sociedad argentina ha sobrellevado -no sin culpa y como ocurre con cualquier tragedia- su duelo: por los que ya no están, por los que sobrevivieron con dolores y pérdidas de seres queridos, por la fractura social, por la pobreza material y de espíritu, más allá de la regularización del sistema político. Porque el ejercicio de las libertades republicanas y de la democracia, trasciende el simple hecho de votar, requiere del real ejercicio de la ciudadanía.
La Argentina que se dirige hacia el Bicentenario vuelve a requerir más que nunca un balance, que refiera a las causas que nos han llevado a una exclusión social, marginalidad y pobreza sin precedentes; a que el trabajo y la educación hayan dejado de ser mecanismos para el ascenso social; y al derrumbe de valores y principios éticos capaces de asegurar la convivencia y sostener los lazos de solidaridad social que las sucesivas crisis destruyeron, hasta afectar a las instituciones en tanto canales legítimos de expresión de las necesidades y proyectos de la sociedad y de sus diversos sectores.
Todo parece indicar, como expresara Hannah Arendt, que estamos en "un extraño período intermedio determinado por cosas que ya no son y por cosas que aun no han sido " y que "en la Historia, esos intervalos, más de una vez mostraron poder contener el momento de la verdad"? Por lo menos, de aquella verdad capaz de sustentar la reconstrucción de la memoria colectiva, que no ignore las marcas de nuestros pasados más traumáticos que inauguraran "una forma atroz de desigualdad" en la Argentina.

El pasado deja huellas. Como en otros países con pasados traumáticos, la sociedad argentina se está haciendo cargo no sólo de su duelo, sino de la construcción de las representaciones del pasado reciente. Lo hace paulatina pero inexorablemente, con constancia y esfuerzo, sabiendo que en tiempos de globalización "la cultura del enemigo no ha muerto " (Eugenio Zaffaroni, juez de la Corte Suprema). La sociedad debe aprestarse a bregar por la gobernabilidad con democracia, la libertad republicana, la justicia, la política deliberativa como auténtica forma de construir el poder, la ética, la inclusión social y la reconstrucción institucional, para poder expresarse. Debe hacerlo porque estas son las sendas visibles a transitar para un país que busca recuperar su memoria como medio para afianzar la articulación social, hoy en crisis.
No son pocos los que creen que "el enfoque histórico sea la condición necesaria" para la completa comprensión de los procesos de rango político que dan consistencia a las representaciones del pasado a través de la memoria colectiva." La memoria social no funciona de manera continua, hay ciclos de memoria. El Bicentenario es, sin dudas, un hecho simbólico muy importante para la Nación Argentina.
Hay una política de la memoria que es preciso sostener, con una dimensión identitaria y de continuidad, como parte de un aspecto central de toda política. Se trate de memorias estructuradas (que tienen una lógica y refuerzan su autoestima) o de una memoria pública y fluctuante, vinculada a una identidad nacional y a un espacio; pero en cualquier caso la memoria forma parte de un debate abierto, que debe asentarse en la reconstrucción del pasado, para impedir el olvido o una memoria mutilada. Los pasados trágicos que hemos tenido, no deben, pero tampoco pueden, permanecer ocultos en el largo plazo. El ejemplo de varios países europeos, resulta elocuente para proceder en consecuencia.
La memoria se distingue del recuerdo, porque mientras éste expresa lo vivido directamente, la primera se define como la presencia del pasado en el presente, por transmisión. Esa es la Memoria Social Viva, que requiere un receptor al cual transmitir y persigue legitimar la identidad colectiva. Estamos ante una discusión ética más que política. Los hechos del pasado adquieren un sentido: el que les atribuye la Memoria y por eso ser parte de una misma historia da sentido de pertenencia, sentido de identidad, como construcción histórica.
Hoy la Historia tiene una importante función que cumplir: en medio de la incertidumbre del mundo actual, debe construir certezas, así como los imaginarios colectivos relacionados con la memoria y la identidad; sabiendo que ésta es también una nueva manera de entender la política. Recuperar la memoria -que no reconoce causas únicas y se despierta ante condiciones favorables- es dar presencia a las ausencias, ir en busca de lo invisible y, esencialmente, es dar a conocer el pasado por más traumático y complejo que éste resulte, para que pueda ser reconocido y asumido como tal en el espacio público. La indiferencia social y el camino de la intolerancia escudada en el "por algo será ", ha tenido un alto costo para toda la Nación Argentina y sus rasgos de identidad.
Dice Antoine de Saint Exupéry en El Principito, "¿Dónde están los hombres? -le preguntó cortésmente el principito a la flor". Ella haciendo memoria contestaba: "los he visto hace años. Pero no se sabe nunca dónde encontrarlos. El viento los lleva. No tienen raíces. Les molesta mucho no tenerlas". Parafraseando este texto podría pensarse en un Bicentenario que nos diera la oportunidad de reconciliar a los argentinos con sus raíces, para hacer de la Nación una identidad inclusiva, que no ignore su historia y comparta un destino común basado en los principios que nos unen y sometiendo a debate aquellos que nos separan. Como en el Centenario, durante el 2010-2016, la Nación Argentina se merece un balance de logros y carencias, para construir políticas públicas de largo plazo. La posibilidad existe, falta la decisión de los hombres, de los ciudadanos, para ejercer sus derechos, como señala la Ley Fundamental de la Nación.
A las puertas del Bicentenario, la memoria colectiva de los argentinos debe ser fortalecida, recreada. Son los espacios plurales y abiertos como éste que hoy nos convoca y más allá del acontecimiento, los que resultan importantes y necesarios a la hora de pensar en una sociedad del conocimiento con equidad y orientada al bienestar de la población. Es preciso trascender el Bicentenario apelando a la creatividad, basada en la información certera, la convivencia con pluralismo, la formulación de políticas públicas que atiendan al bienestar social y a una equitativa distribución del ingreso traducida en una real igualdad de oportunidades, para reconocer que un país rico y extenso, con recursos naturales propios, con capacidad de trabajo y producción, puede y debe convertirse en una Nación habitable para todos.
Es responsabilidad del Estado, pero fundamentalmente de todos los habitantes de la Argentina, consolidar el esfuerzo capaz de derrotar la fragmentación social. Es preciso asegurar la ecuación del bienestar social y las políticas públicas, a través de la educación, la medicina, la calidad de vida, la vivienda, la alimentación, la previsión social, el uso de los espacios públicos y privados, para lograr un retroceso real de la pobreza y de la marginalidad. Una sociedad de inclusión es la tarea del porvenir.
A modo de corolario quisiera reproducir la Zoncera número 40 del Manual de Arturo Jauretche, porque merece ser replanteada cuarenta años después de su primera edición, como parte de nuestras reflexiones en torno a las responsabilidades a que nos compromete como argentinos, el Bicentenario:
"Aquí se aprende a defender la Patria, es la divisa del Tiro Federal.
En el stand aprendemos cómo se la defiende: de pie, con y sin apoyo; rodilla en tierra, con y sin apoyo; o cuerpo a tierra. El enemigo está allá enfrente, bien identificado por el blanco. Pronto sabemos también que no es lo mismo tirar sobre blanco inmóvil que sobre un blanco que se mueve y contesta.
Pero en uno y otro caso se supone que el blanco está enfrente. Más aún, uno termina por creer que no hay otros blancos que los de enfrente de uno.
Y es aquí donde empieza la zoncera. El verdadero enemigo nunca está enfrente. Ese es un blanco prefabricado para que no tiremos sobre el enemigo que está al lado, arriba o detrás, y que además tiene cara de amigo, por lo menos según nos lo pintan quienes suponemos lo debían identificar para que le tirásemos, pero no como Guillermo Tell con su arco, a la manzana. A la cabeza.
Para defender la Patria es conveniente saber tirar, pero imprescindible saber quién es el enemigo, lo que empieza sabiendo qué es la Patria y ésta no es la tarea del Tiro Federal.
Esta es tarea de la escuela, del libro, de la prensa oral y escrita, en una palabra, de los medios tendientes a la formación del pensamiento de los argentinos. Mientras todo eso en lugar de identificar al enemigo se preocupe de camuflarlo, sólo aprenderemos en el Tiro Federal a tirar. Y lo de "Aquí se aprende a defender la Patria" seguirá siendo sólo una de las zonceras argentinas. De pie, con o sin apoyo, de rodilla, con o sin apoyo, y cuerpo a tierra.
 (pp.209-210)

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