jueves, 25 de febrero de 2010

HISTORIA Y MEMORIA por Noemí M. Girbal-Blacha

HACIA EL BICENTENARIO HISTORIA Y MEMORIA
1º PARTE
Conferencia en el Círculo Médico de Quilmes, 1 de octubre de 2008.
Noemí M. Girbal-Blacha (CONICET-UNQ)

Existe una "función social del pasado" que se relaciona con el presente. Estudios recientes insisten en la idea de alentar "una política de la justa memoria ", es decir, destacan la necesidad de reflexionar en torno a la memoria, la epistemología de la historia a través de sus representaciones y el olvido, como expresión del desvanecimiento y la persistencia selectiva de huellas o indicios del pasado. Podría decirse que existe demasiada memoria de algunos hechos y frecuente olvido de otros. Una situación que sustenta el legítimo reclamo de las ciencias sociales para ampliar esas interpretaciones, sin confundir como sostiene el filósofo y académico francés Pierre Nora, Memoria e Historia, pero sin olvidar que la historia ayuda a construir "los lugares de memoria ".
El olvido y la memoria en sus distintas expresiones se vinculan a la temporalización, formando en conjunto una apretada trama de condiciones subyacentes -pero esenciales- del conocimiento histórico. Hay quienes se preguntan, no sin razón, si el olvido no encierra una concepción de la "memoria manipulada". Pero más allá de estas consideraciones, es posible advertir que, la fenomenología de la memoria y la historia, forman parte de una problemática común: la representación del pasado.
Los historiadores se esfuerzan, nos esforzamos, en medio de "las conmociones contemporáneas de la memoria", por establecer nuevas relaciones entre pasado y presente, porque la historia siempre se escribe desde el presente.
"Las tragedias del siglo XX contribuyeron, en gran medida, a democratizar la historia, es decir, a hacerla vivir", sostiene Pierre Nora. No sólo el historiador, sino el testigo, se han convertido desde hace unas 2 décadas, en hacedores, en parte activa, del pasado desde distintos ángulos de observación; y así se ha transitado "de la defensa del derecho a la memoria a la defensa del derecho a la historia ".
Primo Levi en su dramática obra Los hundidos y los salvados afirmaba que "los sobrevivientes no son los verdaderos testigos" de los pasados traumáticos, son "los hundidos ", es decir los que no pueden dar testimonio porque ya no están, quienes podrían dar cuenta real de los hechos; pero el mismo Levi reconoce que también hay quienes practican un silencio terapéutico y por eso las memorias suelen ser múltiples y conflictivas.
Creo -sin embargo- que siempre existe la posibilidad de escribir "otra historia ", en un contexto de democracia; de lo contrario se somete a una muerte segura a la investigación histórica; se cristaliza la historia nacional y se anula la interpretación. La tarea del historiador es ayudar a la sociedad a reflexionar sobre si misma, más allá de que sus conclusiones resulten "políticamente correctas.”
La "verdad histórica" -en el sentido más estricto y tradicional- ha dado paso a un cúmulo de verdades históricas no necesariamente acumulativas. En cierto sentido la memoria sectorial o particular, que conmueve en sus bases -o cuando menos pone en discusión- la identidad nacional, tal como la conocimos, suele ser el resultado de los hechos pasados; de lo que nos ha tocado vivir hasta llegar hoy a las puertas del Bicentenario.
El sujeto como portador de una historia oficial a transmitir suele entrar en crisis y con esa crisis la memoria oficial también es difícil de transmitir. Es la conciencia la que se desgarra como producto del recorte de libertades, la anulación de la justicia y la omisión del derecho. La impunidad es la que rompe los lazos memoria es construcción social y también construcción histórica, de monumentos, las conmemoraciones, los emblemas, los símbolos, promueven una imagen del pasado que se intenta forjar.
El análisis histórico más allá de las fronteras nacionales, permite advertir diferencias sustantivas cuando se trata de estudiar la conformación de la Nación. Es lo que ocurre si se compara a la Argentina con los casos de Chile y Brasil, por ejemplo.
Chile nacida como Capitanía General en los tiempos de la dominación española, cuenta con un territorio de base minera y construye su independencia luchando para ampliar su estrecho territorio. El Río de la Plata, pobre en oro y plata, cuenta con el puerto como parte del imaginario para construir la Nación Argentina y lo hace mirando hacia Europa, apostando a un modelo agroexportador. Brasil, en cambio, inicia desde el Tratado de Tordesillas y sin tener posesiones en América, una productiva disputa al amparo de la pugna de intereses luso hispanos.
La diplomacia brasileña hereda la habilidad negociadora de los portugueses, en tanto la diplomacia argentina pierde amplias porciones de su territorio como lo había hecho antes España. Entre los cancilleres de Brasil y la Argentina, el Barón de Río Branco y Estanislao Zeballos, respectivamente, las diferencias son - desde este punto de vista - abismales.
Por otra parte -en el caso del Brasil- la esclavitud, el problema del dominio de la tierra y una burguesía adinerada de alta concentración pero industriosa, virará su mirada hacia los Estados Unidos, como en el caso chileno. La Argentina -en cambio- reforzará una y otra vez "el país rural", y con él, su pacto económico financiero con Gran Bretaña, hasta muy avanzado el siglo XX.
La Argentina se ha caracterizado por su escasa población, su variado paisaje, su clima benigno y por haber concentrado su población en la ruta conducente a los metales preciosos, hacia el Alto Perú, hasta los albores del siglo XIX. En tanto, desde la segunda década de esa centuria, es el puerto de Buenos Aires el que asume ese papel protagónico. Las guerras por la independencia que forjaron el camino hacia la conformación de la Nación, se planteó de espaldas al pasado indígena y mirando al otro lado del Atlántico.
La idea fuerza de la historia argentina en el siglo XIX fue sin lugar a dudas la construcción de la Nación, plasmada plenamente con el corolario de la conformación del Estado Nacional en 1880, cuando la generación dirigente del "positivismo en acción", como la calificara Alejandro Korn, se componía de "liberales en lo económico-conservadores en lo político". El Estado oligárquico daba impulso al "modelo agroexportador" de una Argentina que construía su identidad a través del puerto de Buenos Aires proyectado hacia Europa.
Los viajeros, como el naturalista y antropólogo francés Alcides D'Orbigny, así lo habían descripto muy tempranamente. En tal sentido marchaban también las ideas de algunos fundadores de la Nación dispuestos a forjar y hacer respetar la Constitución Nacional, como ocurriera con Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento. Para ambos "gobernar es poblar", aunque Sarmiento dijera que "el mal que aqueja a la Argentina es la extensión.”
En un país de casi 3 millones de kilómetros cuadrados, como el nuestro, la tierra se convierte en una expresión de poder económico y su concentración en manos de la llamada burguesía terrateniente adquiere significado político y es expresión de prestigio social. La inmigración masiva, construye la fisonomía social de la urbanización creciente y, a su vez, brinda la mano de obra abundante y barata que deja atrás la Argentina pecuaria, la "gran aldea ", para dar paso a la Argentina agropecuaria. La consolidación del poder político a través de partidos tradicionales nucleados en torno a caudillos de élite -como "los notables " Julio A. Roca, Carlos Pellegrini o Bartolomé Mitre- da consistencia a la Argentina Moderna, cuando la élite gobernante le disputa a la Iglesia el espacio que ésta detentara en materia de educación y familia. Es la Argentina positivista, la que requiere del capital externo y posiciona su economía en relación con el comercio exterior de productos agrarios, en ambos casos especialmente orientados hacia Inglaterra y Francia.
La especialización agraria es el signo distintivo de la Argentina, que concentra "el progreso " en una cuarta parte de su territorio; es decir, con un 75 % de la riqueza, la población y la infraestructura, ubicados en la rica región pampeana identificada con el movimiento portuario, el ganado mestizado, la modernización de la típica estancia pampeana, el frigorífico, los sectores criadores e invernadores de vacunos, los alfalfares y los cultivos de cereales y lino.

(FIN DE LA PRIMERA ENTREGA)

No hay comentarios:

Publicar un comentario