martes, 16 de febrero de 2010

LAS DUDAS DE LA HISTORIA 2º PARTE

LAS DUDAS DE LA HISTORIA

Segunda entrega de la encuesta sobre Sarmiento y Rosas por el profesor Enrique M. Barba al diario La Opinión. (ver nota anterior del 15/2/2010)
2.- ¿A qué sectores sociales o qué intereses de clase representaba cada una de estas figuras?
ENRIQUE M. BARBA.- En la época de Rosas, de ninguna o escasísima movilidad social, las dos únicas clases, si así se me permite decirlo, eran la de los ricos y la de los pobres. En un grado intermedio, más próxima a la primera, una reducida pero eficaz burocracia a la que Rosas pareció intentar enriquecer. Daba la impresión de seguir el pensamiento de Napoleón en sus comentarios a Maquiavelo, cuando el corso decía: "Con­vendrá que los empleados se enriquezcan si a la vez me sirven a discreción". Aunque Rosas ejerció sobre los pobres un paternalismo basado en la limosna y el regalo de pequeñas fracciones de tierra, no creo que haya alguien que ignore que gobernó con los ricos. Una rápida lectura de las sesiones de la Cámara de Representantes nos pone en presencia de esa dorada oligarquía cuyos vástagos siguen sirviendo al país, desde distintos partidos, en puestos expectantes. Y quien ponga más atención en los nombres de los Representantes observará que casi todos ellos estaban unidos por lazos de parentesco.
Por otra parte creo que ningún historiador de la época de Rosas ignora que los Representantes eran elegidos por Rosas, quien enviaba a los jueces de paz de la campaña la lista de las personas que debían ser votados para la Sala, con lo que los diputados venían a ser, simplemente, respetables dependientes del Poder Ejecutivo.
Y ¿quiénes eran los ricos? En el momento de llegar Rosas al poder en 1829. lo eran los ganaderos y los comerciantes, habiendo desalojado los primeros a los otros de su anterior situación de privilegio. Es natural que estando en manos de estos personajes todos los resortes del gobierno -concedido por Rosas, naturalmente- los intereses que defendieran fuesen los de los hacendados. Durante el primer gobierno de Rosas (1829-1832) Buenos Aires fue económicamente liberal ante la airada protesta de las provincias, que reclamaban proteccionismo aduane­ro y organización constitucional. En su segundo gobierno dictó la ley de aduanas de 1836 que tanta literatura imaginativa ha fomentado en ciertos sectores. Creía que más que en las doctrinas económicas debía pensar en los momentos económicos. Rosas, político práctico, mantuvo la ley en cuanto le convenía y la archivó o modificó cuando no servía a los intereses de su provincia. Unas palabras dirigidas desde el destierro muestran la flexibili­dad de Rosas en esta materia. Decía: "Cuando se meditan las consecuencias de la libertad de comercio, se encuen­tran cada vez más las razones para demostrar la utilidad de su adopción".
El sector ganadero mantuvo hasta la caída de Rosas su situación de privilegio, pasándose con armas y bagajes al bando de Urquiza cuando éste, uno de los más beneficia­dos con el régimen rosista, decidió terminar con su antiguo amo.
Sarmiento, con el Senado totalmente en su contra, parecía no representar a nadie, salvo al propio Sarmiento
Pese a su gran talento nada aprendió de política práctica o, deliberadamente, nada quiso aprender. No obstante, todo hace sospechar que sus ideas y sus realizaciones, en torno a la educación primaria y técnica, apuntaban a la forma­ción de una conciencia burguesa que superara a la vieja oligarquía. En lo agrario, el ejemplo de Chivilcoy, del que se ufanaba, se muestra como una escuela en la que el desierto se transforma en chacra y el gaucho en ce' no. Su entusiasmo puesto de manifiesto en la organizad* de lia exposición industrial de Córdoba, alentó a las nuevas fuerzas económicas que comienzan a señalarse a princi­pios de la década del 70. Al finalizar ésta las fuerzas señaladas han tomado conciencia del papel que todo el país, no sólo Buenos Aires, debe asumir en cuanto a la explotación de sus riquezas naturales, su elaboración industrial e incluso su exportación. El periodismo econó­mico especializado así lo demuestra. Tal el caso de El Economista, dirigido en 1877 por Ricardo Napp, que se refería a cuestiones de estadística, comercio, industria, agricultura, inmigración y colonización, entre otras cosas.
El plan de estudios que dicta Sarmiento en 1870, con la inclusión de idiomas extranjeros, muestra su preocupa­ción por el aspecto práctico de la enseñanza; tres años habilitaban para la profesión comercial y cuatro para la agrimensura.
Es evidente que le preocupaba atender los intereses de lo que podía llegar a ser llamada la clase media o pequeña burguesía, clase social a la que en cierta manera intentaba representar. Su machacona prédica y real preocupación por la alfabetización y la. enseñanza técnica no significa­ba, por cierto, un llamado a la clase pudiente. Esto puede explicar su falta de aliento en favor de la Universidad. Allí irían, salvo contadas excepciones, los niños bien. Claro que con los criterios actuales el problema hubiese podido ser resuelto, como ahora, en cierta medida. Pero nos estamos refiriendo a los años 1868-1874 y el anacronismo es enemigo de la historia.


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