Tercera y cuarta entrega de la encuesta sobre Sarmiento y Rosas por el profesor Enrique M. Barba al diario La Opinión. (ver nota anterior del 15 y 16/2/2010)
3.- ¿Cuál fue la ideología real de Rosas y Sarmiento?
En el caso de Rosas, podemos afirmar que era todo lo contrario de un ideólogo. Político práctico por excelencia, no se ataba a esquemas teóricos. Unas cuantas ideas fundamentales fe bastaban para dar las soluciones que el momento requería. Si se juzga por los resultados, no hay duda que la táctica empleada era buena, por lo menos para él y su grupo, como lo demuestra el haberse mantenido veinte años en el poder. Refiriéndonos a Sarmiento, diremos que pese a parecer un ideólogo, cuando afirmaba que las ideas constituían el origen de la civilización, no se quedaba en el enunciado; par el contrario, apenas acababa de esbozar su pensamiento se entregaba febrilmente a la acción. Dice Leopoldo Lugones que "Sarmiento consagró lo mejor de su vida a fundar escuelas para difundirlas (las ideas) y en predicar para enseñarlas". Su ideario se basó, en su juventud, en lo teórico, en el de la Joven Generación de Mayo y más adelante en la experiencia chilena, con cuya oligarquía conservadora colaboró. La Constitución de 1833, que aseguró el orden y progreso de Chile, cuyo fundamento consideraba indispensable en nuestro país - autoritarismo presidencial dentro de la Constitución , pensamiento compartido por Alberdi -, forma en cierta su ideario básico. Todo ello, animado de un gran empuje de realizador, estará presente en toda su vida política que va desde Caseros hasta su muerte.
En cuanto a Sarmiento, dejemos que hablen sus adversarios. Un gran escritor, Ernesto Palacio, con verdadera delectación, habla del "loco" Sarmiento, y en el alegato que debía referirse a su presidencia dice, después de cinco páginas de exordio: "Mientras tanto, se procedía en alguna medida la obra de desarrollo material en la que el presidente cifraba su ambición. Ya hemos expresado en páginas anteriores el verdadero concepto sobre esa materia -se había pronunciado sobre el carácter profundamente antinacional de toda su obra -, por lo cual se nos librará de la descripción exhaustiva y monótona de las mejoras incorporadas al cuerpo nacional. (¿Eran tantas?) Sin duda el país crecía e iba creando los órganos necesarios, para su actividad. Se instalaron líneas telegráficas, de acuerdo con las exigencias de los tiempos, y se prolongaron las vías férreas. Se fundaron escuelas, se compraron libros y útiles en el extranjero para equiparlas, se construye algunos caminos y diques, se fundó
En un libro de Luis Alberto Murray, muy bien escrito, alarde de la exquisita cultura de su autor, Pro y contra de Sarmiento, sin ocultar su total falta de simpatía por el personaje que cae bajo su escalpelo, rinde homenaje a lo que él considera digno de recordación.
Lástima por el libro, no por don Bartolo, porque sin venir a cuento se desquita con Mitre, endilgándole un ex abrupto, quedando así a mano, por cada elogio al sanjuanino.
En dicho librío Murray desenvuelve ese etcétera con que Palacio nos deja en suspenso.
Remito al lector al libro aludido y elogiado, donde se advertirá, con tirria por parte de "sarmientonas", "sarmientudos" y también "sarmientófobos"; parte del legado dejado por Sarmiento.
Y si algo vale en un hombre público, además de sus dotes de estadista y sus mañas de político, su contribución a la cultura de su país, no me resisto a recordar este párrafo de Murray: "Las letras válidas dela Argentina comienzan con Sarmiento. Conti-núanse con Hernández, por supuesto, lo cual nos gusta más, pero comienzan con Sarmiento. Y a otra cosa".
Lástima por el libro, no por don Bartolo, porque sin venir a cuento se desquita con Mitre, endilgándole un ex abrupto, quedando así a mano, por cada elogio al sanjuanino.
En dicho librío Murray desenvuelve ese etcétera con que Palacio nos deja en suspenso.
Remito al lector al libro aludido y elogiado, donde se advertirá, con tirria por parte de "sarmientonas", "sarmientudos" y también "sarmientófobos"; parte del legado dejado por Sarmiento.
Y si algo vale en un hombre público, además de sus dotes de estadista y sus mañas de político, su contribución a la cultura de su país, no me resisto a recordar este párrafo de Murray: "Las letras válidas de
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