sábado, 17 de octubre de 2009

Una mesa con historia

Deseoso de terminar con el caciquismo que impedía el ingreso de nuevas voces a la discusión política sobre la organización del país, Leandro Alem se propuso "encabezar una acción verdaderamente distinta, llamada a alumbrar un nuevo orden". En las convulsionadas décadas de 1880 y 1890 esto significaba quebrar con el orden conservador vigente y arriesgarse a la persecución política.Finalmente, el país consiguió llegar a la democracia sin recurrir a la revolución que ni Alem ni sus compañeros de lucha Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña querían. Sin embargo, su gestor no alcanzó a ver concretada esa victoria.En 1896, amargado y desilusionado, Alem decidió quitarse la vida. Tras ordenar a su cochero: "¡Al Club del Progreso !" se pegó un tiro en la sien. Su cuerpo cayó sobre una sólida mesa de madera oscura que ocupaba el centro de una sala del club. Aturdido pero con determinación, su amigo Roque Sáenz Peña hurgó en los bolsillos de Alem y encontró una nota.En ella, el viejo radical exhortaba: "Perdónenme el mal rato, pero he querido que mi cadáver cayera en manos amigas". Y agregaba: "He terminado mi carrera, he concluido mi misión; para vivir estéril, inútil y deprimido es preferible morir". Las últimas líneas, sin embargo, eran la expresión de un profundo deseo, que luego se convirtió en el lema mismo de la UCR: "Que se rompa pero no se doble! ¡Adelante los que quedan!".La mesa en la que reposaron los restos de Alem instantes después de su suicidio se halla hoy en el hall principal del Club del Progreso como permanente recuerdo de uno de sus más carismáticos socios.



por Lucía Gálvez

No hay comentarios:

Publicar un comentario