A 231 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL LIBERTADOR.
ES TRADICION EN LOS ARGENTINOS CONMEMORAR LAS FECHAS DE LAS MUERTES DE NUESTROS PRÓCERES, QUE BUENO SERÍA COMENZAR A FESTEJAR LOS NACIMIENTOS QUE HICIERON POSIBLES SUS LEGADOS.
Fue un 25 de febrero de 1778, nació en un villorrio escondido en el Litoral del Virreinato del Río de la Plata. El pueblo se llama Yapeyú y el niño José Francisco, hijo de Juan de San Martín y de Gregoria Matorras. Ningún argentino ignora la dimensión que cobró este niño, este hombre para la América del Sud. Tan sólo este recuerdo nos revive su historial de grandeza.
Nació en un pueblito ignoto en la actual provincia de Corrientes, fueron sus padres dos españoles que lo educaron en su cultura y luego, imbuido él de los cambios en el pensamiento europeo de la época, se lanzó a las más arduas y enconadas batallas por la Libertad, la Igualdad y Fraternidad de los pueblos; en su caso, le tocó el de la tierra que lo vio nacer. Esa fue su obra y ese su genio; y desde esa medida se conoce al Padre de la Patria.
Hoy han surgido cronistas de la historia con la pretendida obsesión de adjudicar o agregar a algunos de nuestros próceres supuestos que nada tienen que ver con la obra que nos legaron. En el caso del Libertador se afirma que fue hijo extramatrimonial de Diego de Alvear (1749-1830) y de una natural guaraní de Corrientes. Se atienen para ello en las memorias que escribió una hija de Carlos de Alvear. Esta, Joaquina de Alvear (1823 – 1889) fue declarada loca por un juez de Rosario de Santa Fe y murió en un establecimiento psiquiátrico. Bien pudo en un rapto de megalomanía intentar mezclar su sangre con la del más grande de los argentinos; o lavarla, tal vez, pues su padre no siempre tuvo una actuación muy lucida o lúcida en la historia de la emancipación: primero por su traición a los principios, que tanto a él como al General San Martín, los había traído a América; deslealtad para con sus camaradas de la Logia Lautaro, y luego al intentar encadenar estas tierras al colonialismo inglés; contentando así a un grupúsculo de terratenientes y mercaderes que no veían con beneplácito el plan libertad de “el cholo ese”, como apodaban a San Martín; insulto más clasista que racista en su caso y no determinante de un origen. De Moreno pudieron deshacerse, con San Martín no alcanzaron su cometido.
No hubiera sido ninguna deshonra desde nuestro pensamiento del segundo milenio que el Libertador haya llevado la sangre de pueblos originarios de América, por el contrario, un lustre más en su haber, pero la afirmación que hacen estos cronistas de la historia cuando dicen “Es hora de saber quien fue”; en de un menoscabo que alarma. Los hombres se miden por sus obras, no por la cantidad de ramas que tenga su árbol genealógico, ni por ser chozno de un duque de dudosas hazañas o de un coronel que, con su obra, determinó su propios laureles y no los su descendencia.
Los hombres se miden por sus obras y el General José Francisco de San Martín y Matorras con sus luchas libertarias dejó a los sudamericanos, a los argentinos una identidad de país, nos dio Nación. Y esta obra define perfectamente quien fue.
Estos cronistas de la historia apoyan sus conclusiones en comentarios de lo que llaman “familias patricias”. ¿Por qué atenuantes el ser patricio determina un grado de certeza inapelable? ¿Qué es ser patricio? Si es haber dejado una impronta en el nacimiento, organización y constitución de una Nación, todos los que tuvimos abuelos trabajadores, intelectuales o no, humildes o de fortuna, religiosos de distintos credos, civiles o militares, con funciones públicas o tareas anónimas, pero que han dejado impronta y legado de vida en este suelo, con honor, verdad y honradez, pertenecemos a familias patricias.
Creo que quienes lanzan estos supuestos y otras posturas apócrifas intentan aportar vuelo a su propio currículum que nueva sustancia historiográfica a la Tradición de los argentinos.
Un 25 de febrero de 1778, a la benignidad del clima, a la exhuberancia del paisaje, a la imponencia del río Uruguay, que la acaricia desde 1626, a la calidad cultural de sus pueblos originarios, Yapeyú le sumó la gloria de haber sido la cuna del genio tutelar de los argentinos. Fueron sus padres don Juan de San Martín, administrador del pueblo y doña Gregoria Matorras, gente honrada, sin una vida rumbosa, no concurrían a la Corte, ni ostentaban en sus árboles genealógicos a grandes de España.
Padres son los que crían en el amor, los que acompañan en el crecimiento, los que alimentan y procuran lo imprescindible para enfrentar los avatares de la salud, los que educan en el honor y el respeto. En la niñez se forman los rasgos profundos de la personalidad. Considerando la conducta que manifestó el General San Martín durante toda su vida, no puede ponerse en duda que don Juan y doña Gregoria le dieron todas esas cosas, porque fueron sus padres; y, en el caso de haber una remota posibilidad, el General San Martín así quiso que fuera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario