viernes, 4 de septiembre de 2009

DE LA TORRE Y REPETTO:

LISANDRO DE LA TORRE Y NICOLÁS REPETTO:
HOMBRES DE MAYO Y ADALIDES DE LA REPÜBLICA SOCIAL
 Colaboración del Dr. Alfredo Leonardo Durante
Conferencia dada en el Colegio de Abogados de Quilmes el jueves 3 de setiembre de 2009 como parte de las actividades de la Comisión del Bicentenario 1810-2010 de Quilmes.




Como parábola de nuestra argentinidad -siempre oscilando desde las eternas ilusiones a las recurrentes frustraciones- algunos aspectos de las vidas, pasiones y muertes del liberal Lisandro de la Torre y del socialista Nicolás Repetto, candidatos de la Alianza Civil (por oposición a la que encabezaba el general Agustín P. Justo, prolongación natural del proyecto político de 1930) en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 1931, pueden ser aleccionadores y, al mismo tiempo, reveladores de los males pretéritos y presentes, porque la historia no es lo que pasó sino lo que nos pasó. Consultemos –al respecto- a Benedetto Croce (“La historia como hazaña de la libertad”):

“...El conocimiento de la “situación actual”,..., se refiere al curso que la vida real ha seguido para llegar a este punto, y en cuanto así lo hace, es conocimiento histórico...”

“...;...todo juicio es juicio histórico, o historia, sin más...el hecho, sea cual fuere, que se juzga, es siempre un hecho histórico, un devenir, un proceso en curso, porque en el mundo de la realidad no se hallan ni se conciben hechos inmóviles...”

“...la moralidad misma, para realizarse prácticamente, se hace pasión, voluntad y utilidad, y piensa con el filósofo, plasma con el artista, trabaja con el agricultor y el obrero, engendra hijos, ejerce la política y la guerra,...”

“...La moralidad no es más que la lucha contra el mal; pues si el mal no existiera, la moral no tendría lugar ninguno. Y el mal es la continua insidia contra la unidad de la vida y, a la vez, contra la libertad espiritual; como el bien es el continuo restablecimiento y fortalecimiento de la verdad, y por lo mismo de la libertad...”

“...Que la historia es la historia de la libertad es dicho famoso de Hegel, repetido un tanto de oídas y divulgado...por...otros...Con diversa intención y diverso contenido se pronuncia aquí aquella frase, no para asignar a la historia el tema de verse formada por una libertad que antes no existía y algún día habrá de ser, sino para afirmar a la libertad como forjadora eterna de la historia, como sujeto mismo de la historia. Es, considerada como tal, por un lado, el principio explicativo del curso de la historia y, por otro, el ideal moral de la humanidad...”.


Dos arquetipos y dos –por lo menos dos- Argentinas, siempre incompatibles

Tan diferentes (abogado-liberal/médico-socialista) como iguales (austeros/severos/sinceros), representaron esas raras circunstancias e instancias históricas excepcionales que producen el encuentro simbiótico –y simbólico- entre la moral y la política.

Moral y política que, hasta el surgimiento del Partido Socialista (1896) y del Partido Demócrata Progresista (1914), estaban dominadas y administradas por la cultura católica (también, bajo la forma de moralina), como por los órdenes conservador (paternalismo fraudulento) y radical (populismo democrático), respectivamente.

Sus vidas –paralelas- y sus luchas –valientes, generosas- corrieron por sendas separadas pero ideológicamente afines: el liberalismo progresista y el socialismo democrático.

“...,...hombre político, de claro talento, de palabra concisa y de acento enérgico,...”, sobre Lisandro de la Torre, según la pintura perspicaz de Georges Clemenceau, quien habría agregado que estaba llamado a regir los destinos de nuestro país.

“...; dejó su consultorio de médico...,..., para buscar fuera de él, como su maestro, un remedio o siquiera un lenitivo a las grandes injusticias de un orden social opresivo o siquiera indiferente con los hombres útiles y humildes; se acercó a los centros obreros y a los sectores populares, para vulgarizar sus derechos, para hacer conocer a cada uno “lo que vale, lo que puede y lo que se le debe”, como querían Moreno, Rivadavia, Sarmiento, Echeverría, Alberdi;...”, en palabras de Alfredo Orgaz, al trazar una “Semblanza de Nicolás Repetto”.

Los dos se llaman “Nicolás”, dato éste poco conocido en relación a de la Torre y referido por uno (sino el mejor) de sus biógrafos, Bernardo González Arrili, quien señala que al pretender el padre del niño bautizarlo como “Lisandro”, se encontró con la firme oposición del cura, porque no figuraba en el santoral; el problema fue finalmente negociado: primero “Nicolás” y luego, “Lisandro”. Graciosa e ingeniosamente, González Arrili apunta que ese constituyó el “primer inconveniente con la Iglesia” del futuro Fiscal de la República.

Uno, de la Torre, había nacido en 1868 y Repetto, en 1871, año del efímero gobierno insurreccional -apoyado por obreros y soldados- de la Comuna de París.

Ambos participaron de la revolución de 1890, lo mismo que Alem, del Valle, Yrigoyen y Uriburu (este último, integrando una logia del ejército), aunque con diverso grado de compromiso. El prestigioso médico, Juan Bautista Justo, luego fundador del socialismo argentino, no acompañó políticamente, pero sí humanitariamente.

El 6 de septiembre de 1930 se produce el primer golpe de estado del siglo XX, durante el segundo período presidencial de Hipólito Yrigoyen, levantamiento que conlleva la creación fáctica –de lamentable larga vida, pues recién desaparecerá en 1983-del partido militar; que no nació de la nada: a comienzos del siglo XX, al calor del fascismo italiano y ligadas al pensamiento reaccionario de Maurras (creador de Acción Francesa, con equivalencias autóctonas en la Liga Patriótica Argentina y en la Alianza Libertadora Nacionalista. Luego vendría el turno de Tacuara, Guardia Restauradora Nacionalista y otras organizaciones), tomarán ímpetu las tendencias antiliberales, antisocialistas y antisemitas del nacionalismo católico, que oponía la consigna Dios, Patria y Hogar al lema de la Revolución Francesa Libertad, Igualdad, Fraternidad.

Nuestros hombres –fieles al legado de Mayo, del Dogma Socialista y de la Constitución- estuvieron contestes en el repudio, más allá de sus cuestionamientos a los excesos del yrigoyenismo (intervenciones a las provincias; represiones de la Semana Trágica y de la Patagonia; etc.), propiciando el más estricto acatamiento de las reglas de juego republicanas y democráticas (votos sí, armas no).

Ya en 1923, Repetto había sentado la buena doctrina: “Aspiramos a dar al país una fuerza defensiva, proporcionada a nuestras necesidades y dotada de todos los medios necesarios para asegurar su eficiencia...Los socialistas estamos y hemos estado siempre contra los ejércitos desproporcionados...o infiltrados por la política. Son estas degeneraciones lo que designamos con el nombre de “militarismo”...”.

Pero tocará al eminente rosarino la peor parte del enfrentamiento, porque tuvo que dividir sus convicciones del afecto personal hacia el jefe de la sublevación.

Resulta conmovedor y altamente pedagógico –en términos éticos y políticos- el modo firme e inequívoco que utiliza para no confundir ni ser confundido, sobre todo ante la maledicencia difamatoria (con sabor amargo y en el Congreso, Nicolás Repetto –que también la sufrió- respondía: “al ingresar a la política, tiré mi honra a los perrros”), de sectores golpistas, conservadores, radicales, clericales (desde los púlpitos, de la Torre y Repetto fueron sistemáticamente demonizados) e inclusive del propio partido.

Al proclamarse la fórmula de la Alianza Civil (Teatro Coliseo, 13-9-31), dijo de la Torre: “...Nadie ignora mi amistad con el general Uriburu. En 1890 llegó a las puertas del Parque un subteniente de artillería sublevado y preguntó al centinela de la junta revolucionaria por uno de sus miembros; el subteniente...era el general Uriburu y el centinela...era yo. Adentro, en el hospital de sangre, um médico joven asistía a los heridos: el doctor Justo. Así nació una amistad que ninguna nube ha obscurecido en cuarenta años. En 1930 el general Uriburu, revolucionario por segunda vez, buscaba colaboradores y el primer civil a quien se dirigió para ofrecerle una cartera fui yo, ofrecimiento que jamás me había sido hecho por ningún gobernante ¡Qué desconsuelo sentí, al encontrarme en abierta y necesaria disidencia de criterio con el general Uriburu! El general desconfía de la capacidad del pueblo para gobernarse, no cree en la elevación moral de los hombres políticos y atribuye a las instituciones libres vicios orgánicos que las conducen a la demagogia. Yo creo exclusivamente en el gobierno de la opinión pública...”.

Tres días antes de la proclamación, se encontraron en una comida (donde no se habló de política) y de la Torre creyó que la asistencia de Uriburu no había sido casual, porque cuando aquél se levantó para retirarse, a la medianoche, éste le ofreció llevarlo en el automóvil oficial, circunstancia que lo impulsó a explicar y a justificar su rol opositor, “...pero sin atacarlo a Ud. personalmente”. Uriburu, “sonrió amablemente, contestando: “Le reconozco ese derecho...”. Después de algunos intercambios de pareceres e ideas y antes de descender en la última morada de la calle Esmeralda, de la Torre agregó: “Su malquerencia a la democracia lo ha perdido, general, y Ud se encuentra ahora frente a un dilema terrible: o el sometimiento inmediato a los círculos que lo envuelven, o la tragedia dentro de tres meses...”.

Durante la campaña, Nicolás Repetto había destacado de su ilustre compañero: “...la situación de ánimo de un estadista de mente equilibrada, prudente y patriota de verdad, que prefiere ser impuesto por el voto consciente y libre de la parte más esclarecida del pueblo a recomendarse a sí mismo para el gobierno”.

Finalmente, el previsible triunfo electoral de la concordancia (que además de fuerzas regresivas, integraban los socialistas independientes –la segunda de las muchas escisiones del viejo y glorioso partido de Juan B. Justo- de Antonio de Tomaso, Federico Pinedo y otros brillantes intelectuales) derivó en la década infame, signada –entre varias calamidades- por el fraude, la corrupción, los asesinatos del diputado provincial socialista de Córdoba, José Guevara (1933) y del senador nacional electo demócrata progresista por Santa Fe, Enzo Bordabehere (1935), en pleno recinto; hecho este último que –a mi juicio- fue uno de los factores anímicos determinantes del suicidio del solitario de Pinas, en 1939 (la misma decisión trágica que, por diversos e insondables motivos, adoptaron distinguidos exponentes de la literatura rioplatense: Horacio Quiroga, 1937; Alfonsina Storni y Leopoldo Lugones, 1938).

Una plataforma para el progreso social

Bregando “por una grande Argentina, civilizada y justa, económicamente próspera y políticamente libre”, slogan que el peronismo estamparía en la Constitución de 1949, se concertó un programa de profundo sentido transformador, cuyos principales ejes fueron:

I) Política General

1º.- “...Derechos políticos para la mujer...”
3º.- Reforma constitucional, “....para acentuar su contenido democrático y liberal y realizar, entre otros, los siguientes fines:...a) Afianzar la autonomía del Congreso...;d) Régimen municipal electivo y autónomo...; f)....referéndum...” e “iniciativa populares; g) Separación de la Iglesia del Estado, Neutralidad del Estado en materia religiosa...”...

V) Problemas del campo...

18ª.- División del latifundio por la acción del impuesto y por la expropiación .

19º.- Concesión de tierra y crédito a los hombres capaces de formar y fomentar la chacra-hogar.

20º.- Organización y fomento del crédito y de la cooperación agrícolas, del servicio de elevadores de granos y del seguro agrícola integral...

VI) Legislación del Trabajo

25º.- Aplicación estricta de las leyes obreras...Tribunales del trabajo.
26º.- Jurisdicción nacional de la legislación obrera.

27º.- Reconocimiento legal de las asociaciones gremiales de trabajadores.

28º.- Creación de comités arbitrales de patrones y obreros para resolver las diferencias...

29º.- Ratificación de las convenciones sancionadas por las conferencias internacionales...

VII) Salario Mínimo...

VIII) Previsión social

32º.- Seguro nacional de enfermedad, invalidez y desocupación. Pensión a la vejez.

33º.- Vacaciones pagas para obreros y empleados.

34º Indemnización según años de servicios a los empleados de comercio despedidos sin causa...

IX) Servicio y Gastos Militares

36º.- Reducción...

XI) Instrucción Pública

39º.- Enseñanza gratuita, laica y obligatoria.

40º.- Para combatir el analfabetismo, aplicación preferente de los recursos del Estado a la Instrucción primaria y creación de escuelas en todo lugar donde haya veinte o más niños...

41º.- Escuela gratuita para adultos. Educación técnica.

XII) Régimen Universitario...

43º.- Ley que garantice la autonomía y el gobierno democrático de las Universidades y amplíe su función científica y social.

XIII) Legislación Civil

44º.- Ley de divorcio absoluto.


Razones de la derrota

Los detentadores y factores del poder político, militar, económico y religioso coincidieron en la defensa extrema del orden por ellos establecido (establishment). Por ejemplo, el episcopado prohibió a cualquier católico militante votar por partidos que en su plataforma contuvieran programas de laicismo escolar, divorcio vincular y separación de la Iglesia del Estado...

Razones de la esperanza

Lisandro de la Torre no pudo soportar tanta corrupción, estulticia e ignominia.

Nicolás Repetto, sí.

Sin embargo, cada quien a su manera (uno, inmolándose y el otro, resistiendo hasta los 94 años), supieron enfrentar los males de su época –que, penoso es reconocerlo, subsisten- y dejar las postas, luminosas, enhiestas e inmaculadas, para nosotros (que fuimos incapaces de plasmarlas) y para los que vengan detrás (seguramente, capaces de lograrlo)

Algunas propuestas triunfaron. Las más importantes, que planteaban la imperiosa necesidad de adecentar las prácticas cívicas y de plasmar una sociedad justa, permanecen incumplidas.

Quien repetía, en el fragor del debate de las carnes,, las palabras del Dr. Stockman (personaje central del drama de Ibsen, “Un enemigo del pueblo”): “...El hombre más fuerte es el que está más sólo...”, también estaba seguro de que él no llegaría “pero sí la juventud, si persevera y estudia” (como se lee en su monumento de Diagonal Norte y Esmeralda).

Y, en sintonía, Nicolás Repetto formulaba su propia demanda: “En horas de aparente incertidumbre, muchos se preguntan ¿qué hacer? Son los que se dejan impresionar por los acontecimientos y se entregan pronto a la inacción ¿Qué decir a la juventud en tales momentos? Que el país necesita un movimiento de renovación política enderezado a dignificar la actividad cívica, a quitarle el carácter de lucha destructiva que tiene hoy, para transformarla en la fecunda emulación de fuerzas sanas y de evidente función histórica, que conviven y trabajan, dentro de una adecuada tolerancia, en la solución de los grandes problemas nacionales”.






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