sábado, 19 de septiembre de 2009

Educar, educar, educar...

Educar, educar, educar, escuchemos al Prócer...


(Sarmiento editaba en Chile una revista titulada “Monitor de la Educación”. El ministro de ese país, le cambió el nombre por “Monitor de las escuelas primarias”. Sarmiento le contestó):

“Señor: mi propósito es escribirlo para educar a Ministros, Diputados, Senadores y Doctores, porque de tanto como ustedes saben no saben que lo ignoran todo en este asunto. Las escuelas no se mejoran en la escuela sino en la opinión de los que gobiernan y legislan”.

“Siempre me interesó la divulgación científica como herramienta para superar el atraso. Estoy convencido de que el conocimiento debe democratizarse, pues para la producción de un país no basta que media docena de personas aventajadas conozcan y practiquen los mejores sistemas de labores. Sus productos, por grandes que sean, no alterarán la cifra general de la producción, (…). Hagamos escuelas, compatriotas. Edifiquemos toda la generación reciente. Entremos de lleno en la revolución que estamos preparando en vano desde hace tantos años. La educación daba al mayor numero se reproduce en mayores facultades reproductivas. La provincia es pobre, aumentemos el número de los que pueden aspirar a ser ricos. Conozco poquísimos hombres que no sepan leer y gastan reloj; y para llevar reloj se necesita poner a contribución toda la producción de la industria; muchas camisas, excelente calzado, tejidos de lana y seda, son los útiles necesarios para conservar armonía entre el reloj y la habitación, el porte y el vestido. ¿Trabajáis para vuestros hijos, decís? Sea en buenahora. ¿Pero qué habéis previsto para los hijos de vuestros hijos? ¿Quién dará seguridad de que los descendientes conservaran los bienes legados al morir, siendo que los que hoy poseen no están ciertos de conservarlos hasta la muerte? Pero os indicaré un medio de fundar una capellanía, un mayorazgo eterno para vuestra familia. Vedlo aquí: una escuela. Los hijos, los nietos, vendrán, pobres o ricos, a educarse; y una vez educados volverán a hacer lo que hacéis vosotros; trabajar con inteligencia y honradez hasta enriquecerse. Fundemos, pues, escuelas en cada barrio, en cada departamento, y que en cinco años se levante una nueva generación para la riqueza, para la moral porque es inteligente, y habremos centuplicado nuestras fuerzas. Mi plan de educación política tenderá a mejorar las condiciones sociales de la gran mayoría, por la educación y la mejor distribución de la tierra y por el mejor servicio del ejército y la marina, a fin de que los desvalidos empiecen a mirar al gobierno con menos prevención, pues sienten que el gobierno no es de ellos, (…), La condición social de los hombres depende muchas veces de circunstancias ajenas a la voluntad. Un padre pobre no puede ser responsable de la educación de sus hijos, pero la sociedad en masa tiene interés vital en asegurarse de que todos los individuos que han de venir con el tiempo a formar la Nación, hayan por la educación recibida en su infancia, preparándose suficientemente para desempeñar las funciones sociales a que serán llamados”.
“Las escuelas son la democracia. Para tener paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñar a todos lo mismo, para que todos sean iguales (…), necesitamos hacer de toda la República una escuela. La educación ha de preparar a las naciones en masa para el uso de los derechos que hoy no pertenecen ya a tal o cual clase de la sociedad, sino simplemente a la condición de hombre”.

DFS.


Henri Stein, caricaturista del periódico “El Mosquito”, llamó a Sarmiento “El Hombre Orquesta”. Y claramente tenía razón. Sarmiento fue escritor, periodista, traductor, educador, militar, legislador, urbanista, lingüista, semiólogo, politólogo, estadista y, sobre todas las cosas, un visionario que comprendió la gran importancia que el avance científico y tecnológico tendría para la Argentina, al igual que sucedía en los países más progresistas de su época. Cometió muchos errores, pero es tal la magnitud de su aporte a la Nación, que es nuestra misión revalorizar aquellos, que nos han hecho una gran país, lleno de futuro e ilusiones, en miras a una nueva Celebración del Bicentenario de la Patria.

NHC de Estévez.*

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